Hagamos posibles más sueños

Elissa Steglich and Amy DonJuan

Nota del editor: este artículo se publicó por primera vez el 9 de febrero por Elissa Steglich y fue traducido por Amy DonJuan.

Nota del editor: esta columna fue enviada por un miembro de la comunidad de UT.

Mientras el gobierno de Biden anuncia nuevas políticas que restringen  el acceso al asilo en la frontera sur de EE. UU., un libro que describía a Siggi Wilzig, un “inmigrante sin un centavo” y sobreviviente del Holocausto que luego aprovechó al máximo de la riqueza de Wall Street, superó las ventas de Amazon. ¿Cómo podemos explicar esta celebración del éxito de los inmigrantes (el sueño americano popularizado), al mismo tiempo que se impone mas crueldad en la frontera?


Practicar y enseñar las leyes y políticas de inmigración de los EE. UU. siempre ha requerido navegar entre dos extremos. En un extremo del espectro, los EE. UU. generalmente dan la bienvenida a casi un millón de nuevos residentes permanentes legales cada año; en el año fiscal 2022, aproximadamente el mismo número se convirtió en ciudadano estadounidense naturalizado. Sin embargo, la ley y las políticas están diseñadas en torno a la exclusión. Esto da como resultado, por ejemplo, que a más de 600,000 miembros de la comunidad con DACA que crecieron en los Estados Unidos se les siga negando la permanencia. En la frontera, las políticas en efecto entregan a los solicitantes de asilo a los cárteles mexicanos para que sean extorsionados, secuestrados, violados y abusados, y aún continúan hasta el día de hoy. Como nación, todavía deportamos haitianos a pesar de que no tienen un gobierno que funcione y los altos niveles de violencia de las pandillas; incluso el alto comisionado de las Naciones Unidas para los derechos humanos ha pedido que se detengan las deportaciones debido a las sistemáticas violaciones de derechos humanos en Haití.

De hecho, si Siggi Wilzig llegará hoy a la frontera sur, probablemente sería arrestado. El otoño pasado, Abdul Wasi Safi, un miembro de las fuerzas especiales afganas que, al igual que Wilzig, había ayudado a las fuerzas estadounidenses a combatir a las tropas enemigas en el extranjero, no logró participar en los vuelos de evacuación limitados cuando Kabul cayó en agosto de 2021. Los Estados Unidos no proporcionó asistencia a gran escala a los aliados que se quedaron atrás. El hermano ciudadano estadounidense de Wasi Safi, que también luchó con el ejército estadounidense en Afganistán, no pudo hacer nada (la administración de Biden aún tiene que abrir una política de libertad condicional similar a su programa que beneficia a los ciudadanos ucranianos afectados por su conflicto armado). Ante una muerte segura por parte de los talibanes, Wasi Safi viajó a la frontera de Texas para buscar protección. Y aunque la ley de los EE. UU. permite que todas las personas soliciten asilo independientemente de cómo ingresen al país, el gobierno de los EE. UU. consideró oportuno procesar penalmente a Wasi Safi por no tener una visa en la mano. Solo después de meses de apoyo y presión de varios miembros del Congreso, se desestimaron los cargos. Tras ser liberado de la detención en enero, Wasi Safi se comprometió a “vivir el sueño americano”.

Los sueños no deberían ser tan difíciles de perseguir. La detención, la criminalización, la preferencia por el origen racial y nacional, las demandas financieras y las complejidades legales integradas en el sistema de inmigración funcionan como barreras a la libertad y la innovación. Deberíamos celebrar las ambiciones y los logros de Siggi Wilzig y Abdul Wasi Safi. También deberíamos eliminar los muchos obstáculos sistémicos que roban los sueños de las personas en lugar de apoyarlos.

Steglich es profesor clínico y codirector de la Clínica de Inmigración de la Facultad de Derecho de Texas.