Nota del editor: este artículo se publicó por primera vez el 7 de octubre del 2023 por Evan Vieth y fue traducido al español por Nicolas Siman.
El destino de dos universidades estaba en juego con 1:17 en el reloj. Sin tiempos fuera, solo fútbol y los ojos de 92,000 fanáticos vestidos con naranja quemado de Texas y rojo granate de Oklahoma. Un juego de fútbol americano con una diferencia de tres puntos entre dos de los grandes del fútbol universitario descansaba en las manos del mariscal de campo de último año de los Sooners, Dillon Gabriel, frente a la defensiva de los Longhorns.
Un minuto más tarde, el lado sur del Cotton Bowl, lleno de exhaustos fanáticos de Oklahoma era lo suficientemente ruidoso como para despertar a los fanáticos que veían el juego en casa en Norman, mientras que el lado norte quedaba en shock en silencio.
34-30, Oklahoma se lleva la victoria.
“Levanto mi sombrero ante Oklahoma”, dijo el entrenador en jefe, Steve Sarkisian. “Fue una buena victoria para ellos, luchando hasta el final de la manera en que lo hicieron”.
“Atónitos” es la mejor manera de describir el sentimiento que toda la nación naranja quemado siente después de un juego como el del sábado. Un programa tan cerca de dar un giro, falla en concretar una milagrosa remontada.
“Lo prometedor es que sé que podemos jugar mejor de como lo hicimos hoy”, dijo Sarkisian. “Lo haremos, pero necesitamos entrenar mejor”.
En esa última serie de Oklahoma, Gabriel condujo al equipo 75 yardas en cinco jugadas en apenas un minuto. En un minuto los Longhorns estaban en la delantera; al siguiente, estaban sin palabras. La última jugada de Gabriel ejemplificó los otros 60 minutos de fútbol: el caos se convirtió en éxtasis para los Sooners.
Gabriel enfrentó una fuerte presión, casi siendo capturado en el próximo segundo, sin embargo, lanzó un pase flotante hacia la parte trasera de la zona de anotación, atrapado por el receptor de segundo año (redshirt), Nic Anderson, siendo su única atrapada de la noche.
“Tenemos que ejecutar mejor, es bastante simple”, dijo Sarkisian.
La incapacidad para concluir jugadas en defensa persiguió a los Longhorns durante todo el día. Gabriel fue capturado solo una vez y sumó 113 yardas por tierra, en su mayoría provenientes de jugadas rotas.
“Creo que hizo un buen trabajo, especialmente hacia el final del juego”, dijo el apoyador de último año, Jaylan Ford. “Puede prolongar las jugadas con sus piernas e hizo buenas jugadas”.
Los Longhorns estuvieron en desventaja en muchos aspectos importantes del juego en los tres niveles: ofensiva, defensa y equipos especiales. Los Longhorns perdieron en la batalla de las entregas de balón, permitiendo que Oklahoma se lo llevara en tres ocasiones, dos de ellas por intercepciones en el primer cuarto, lanzadas por el mariscal de campo de segundo año (redshirt) Quinn Ewers.
“Oklahoma también tuvo cinco penalizaciones menos y 40 yardas menos perdidas por ellas, además de capturar a Ewers en cinco ocasiones, perdiendo 28 yardas.”
“Entregamos el balón tres veces”, dijo Sarkisian. “No creamos ninguna entrega. Tuvimos nueve penalizaciones, lo cual fue muy atípico para nosotros, una de ellas en la zona roja.”
Oklahoma logró convertir sus seis anotaciones en la zona roja, algo con lo que los Longhorns tuvieron dificultades para contener o concretar desde su lado ofensivo. Texas anotó solo una vez desde la zona roja, fallando en dos ocasiones más. La parada más notable para la mejorada defensa de Oklahoma llegó en el tercer cuarto, donde Oklahoma hizo 4 detenciones consecutivas desde dentro de las dos yardas. El receptor abierto de tercer año Xavier Worthy hizo una recepción en cuarta oportunidad, pero fue detenido justo antes de la línea.
“Fuimos con una jugada en la que nos sentíamos muy seguros”, dijo Sarkisian. “Bang, bang, no anotamos por alrededor de cuatro pulgadas”.
No todo fue una catástrofe para Texas, ya que muchos jugadores aún brillaron con fuerza. Ewers se estableció y lanzó para 346 yardas y un touchdown después de las intercepciones. El corredor de segundo año, Jonathon Brooks sumó 129 yardas y un touchdown por tierra, mientras que Worthy y el receptor abierto de último año, Jordan Whittington, superaron las 100 yardas recibiendo.
“Sentimos que encontramos un poco más de ritmo ofensivo a partir del segundo cuarto”, dijo Sarkisian. “Estábamos un poco desorganizados al principio, pero eso no cambió la mentalidad con la que entramos al juego”.
Después de un año descansando en el estadio Darrell K Royal-Texas Memorial en Austin, el codiciado sombrero dorado descansará en Norman durante el próximo año, esperando otro enfrentamiento clásico en la mejor rivalidad del fútbol universitario.